Campañas electorales de antes del internet y ahora

Las plataformas de redes sociales como Facebook y WhatsApp se están convirtiendo en los principales canales de participación política. Hoy en día, la gran mayoría de adultos de todas las democracias de la región afirman que reciben o comparten información política a través de las redes sociales.




A diferencia de hace trece años años, cuando solo una décima parte lo hacía. Acá en Loja se inicio esa campaña con Jorge Bailon y Castillo en las elecciones secciones del 2009. Su penetración se extiende ahora mucho más allá de los vínculos sociales informales, llegando a lo más profundo de la esfera pública para conectar digitalmente a votantes y políticos.

Hacer una campaña que vaya sincronizada en materia digital y la campaña en tierra es algo que encontramos de manera muy común, sin embargo, hay ciertas diferencias que es fundamental conocer y tomarlas en cuenta al momento de plantear ambas estrategias, las cuales han ido apareciendo desde el auge del internet.

Combinar ambas campañas es algo elemental, pero anteriormente al no tener el gran auge de las redes sociales, estos aspectos no eran tomados en cuenta al momento de planear una campaña.

El mantener una cercanía con la gente era una tarea difícil, pues los mítines eran la única opción para fomentar esta relación con el candidato. Hoy en día, el uso de las redes sociales, genera una mayor sensación de cercanía con el candidato. Con el contenido y la interacción de videos en directo hacen que su contacto con la gente sea más estrecho.

La diferencia de tiempos anteriores, la información circula de manera más rápida a través del internet. Anteriormente la televisión, radio y periódicos eran los únicos medios para mantenerse informado, por lo cual la información tardaba en ser dada a conocer. Ahora, la información es difundida en vivo o viralizada a través de redes sociales. Una vez siendo expuesta, será muy difícil que sea borrada y olvidada por los electores.

Para llegar a todas las poblaciones puede ser muy difícil si los mítines son la única herramienta que se tiene para estar cerca de la población, sin embargo, a través del uso del internet, más personas pueden conocer el mensaje que se tiene, e inclusive sentir una cercanía con el candidato, pues al momento de que él comparte una publicación, se abre un canal de comunicación en el cual el ciudadano puede expresarse.

Con el uso del internet en las campañas políticas, más específicamente con el uso de redes sociales, se crean mayores canales de comunicación, a través de los cuales los ciudadanos no sólo escuchan, sino también se hacen escuchar, inclusive, en algunos casos, han llegado a generar conversación con el candidato (representado por su equipo de campaña) a través de los comentarios realizados en sus redes sociales.

Lo bueno como lo malo será difundido de manera más rápida. En caso de algún tema negativo, este podrá ser utilizado por los opositores para desmeritar la campaña y al candidato. Es necesario tener un buen control de lo publicado en redes, así como una mayor concentración al momento de realizar campaña en tierra.

Las diferencias en las campañas de antes y ahora son muy significativas. Hay que seguir acumulando conocimiento ya que el mundo del internet cambia de manera rápida y constante.

En el mejor de los casos, las redes sociales nivelan el campo de juego político, permitiendo que un mayor número de candidatos tenga voz, recaude fondos y movilice el apoyo político. Pero en el peor de los casos, las redes sociales permiten la difusión de información falsa y alimentan el discurso incivil, engendrando el cinismo y la desconfianza en el electorado. Pese a la constancia de los esfuerzos públicos y privados por contener sus efectos nocivos, no cabe duda de que las redes sociales están cambiando las reglas de la participación electoral.


Las redes sociales son herramientas digitales gestionadas por “gigantes tecnológicos” estadounidenses que permiten a los usuarios crear y compartir contenidos en Internet. Cualquier persona, desde ciudadanos comunes hasta personajes públicos, puede abrir una cuenta y empezar a compartir mensajes, fotos y videos con distintos grupos de personas.

Durante la última década se ha disparado el uso de las redes sociales. Con las mejoras en el acceso a Internet y la asequibilidad de los teléfonos inteligentes, el uso de las redes sociales se ha convertido en un hábito diario para muchos.

La aparición de las redes sociales como herramienta electoral se remonta a la campaña presidencial de 2008 en Estados Unidos. La campaña de Obama adoptó, con gran habilidad, el nuevo medio para movilizar a los jóvenes partidarios y recaudar pequeñas contribuciones. Desde entonces, los políticos de los países en desarrollo también han empezado a aprovechar el poder de este nuevo modo de participación pública. La mayoría de los políticos del ámbito nacional y cantonal alimentan sus cuentas de redes sociales a diario. La nueva tecnología ha demostrado ser especialmente valiosa para los políticos menos conocidos e independientes, ya que las redes sociales proporcionan un dispositivo de publicidad de bajo costo. Por ejemplo, en los últimos cinco años en México varios candidatos independientes, con sólidas estrategias en las redes sociales, fueron elegidos gobernadores estatales. Las barreras de acceso a la política se han reducido considerablemente. Los candidatos pueden conectar directamente con el electorado sin tener que recurrir a los medios de comunicación tradicionales. Los votantes afines, a su vez, pueden organizarse rápidamente para apoyar a un candidato.

Las nuevas herramientas de comunicación son poderosas de otra manera. Permiten personalizar los mensajes políticos a diferentes segmentos del electorado. Esto es lo que se conoce como microfocalización, una estrategia de marketing que utiliza datos detallados sobre los intereses individuales para influir en el comportamiento de compra. Aunque pueden ser inofensivas cuando las utilizan candidatos que comparten información verificada, estas capacidades pueden caer en manos de grupos con identidades ocultas para difundir deliberadamente desinformación buscando manipular la opinión pública. Según un informe de Freedom House de 2019, de los treinta países que celebraron elecciones o referendos el año anterior, veintiséis sufrieron interferencias electorales digitales.

Las prácticas de las redes sociales, como los bots, el spam, los trolls y los ciborgs, son especialmente comunes en época de elecciones. Producen noticias falsas, publicaciones virales, lenguaje provocativo e incivilidad, que se han convertido en sinónimos del uso de las redes sociales en las elecciones. Lo que abre la puerta a estos comportamientos pueden ser dos características de estas plataformas: las pocas restricciones sobre el contenido y la posibilidad de publicar de manera anónima. Sin restricciones de identificación ni contenido, la tendencia a la negatividad en los mensajes políticos, ya presente en medios más regulados como los anuncios de televisión, se amplifica. En consecuencia, las publicaciones en las redes sociales, aunque sean ciertas, suelen avivar en sus destinatarios emociones de ira, miedo, duda y desconfianza.

Las investigaciones revelan que la gente es más susceptible a la desinformación cuando la confianza en el sistema político es baja y la polarización política es alta. La baja confianza y la alta polarización probablemente reflejan problemas persistentes en los resultados económicos, sociales y de gobernanza. Pero el hecho de que la negatividad de las redes sociales se exacerbe en estos contextos sugiere que la región es especialmente vulnerable a los riesgos que plantean las redes sociales no reguladas.

Las redes sociales, originalmente diseñadas para conectar a familiares y amigos, se están convirtiendo en un importante escenario en el que se desarrollan las campañas electorales. Al permitir a los usuarios crear contenidos y difundirlos de forma rápida, barata y precisa a grandes grupos, las redes sociales están transformando la dinámica del compromiso político. Estas nuevas reglas de juego presentan tanto ventajas como riesgos. Aprovechar las ventajas y minimizar los riesgos es una tarea difícil. Los Gobiernos, la sociedad civil y las propias empresas de redes sociales tienen que asumir una responsabilidad en este desafío.