RENOVADO INTERÉS EN UN ANTIGUO CONCEPTO
El concepto de la “Economía del Hidrógeno” ha existido por muchos años. Julio Verne fue el primero en proponer una economía basada en el hidrógeno en su novela “La Isla Misteriosa” en 1874 (Verne, 2001).
El concepto ha ido evolucionando conforme la humanidad ha transformado su infraestructura energética. Inicialmente se consideraba que el carbón o la energía nuclear podían ser usados para producir hidrógeno en gran escala.
Avances recientes en energía renovable (solar y eólica) hacen posible que el hidrógeno se produzca a partir de estas fuentes de energía (US Atomic Energy Comission, 1972; Gregory, 1973; Bockris, 1976; Justi, 1987; Winter y Nitsch, 1988; Orden y Williams, 1989). La economía del hidrógeno está fundamentada en tecnologías que han existido por muchos años.
Los electrolizadores y las celdas de combustible se inventaron en el siglo XIX, antes de que se inventara el motor de combustión interna y de que se descubriera el petróleo.
Otras tecnologías importantes para el uso del hidrógeno se desarrollaron durante el programa espacial en la década de los 1960´s.
Posteriormente, el interés en el hidrógeno como combustible para la transportación resurgió de bido a las crisis petroleras de los años 1970´s.
Desde entonces se han construido muchos automóviles que operan con hidrógeno, y se han investigado tecnologías de producción, almacenamiento y utilización del hidrógeno.
Recientemente el interés en el hidrógeno ha aumentado considerablemente.En Estados Unidos el Presidente Bush anunció en 2003 un programa que tiene como meta la producción de automóviles de hidrógeno a gran escala para el año 2020.
El Gobernador de California Arnold Schwarzenegger introdujo un plan para construir 200 estaciones de servicio para vehículos de hidrógeno hacia el año 2010.
El interés en esta tecnología se ha extendido a Asia y a Europa, y es muy notable el caso de Islandia, que se ha propuesto eliminar su consumo de combustibles fósiles y reemplazarlos con hidrógeno para el año 2030.
El renovado interés en el hidrógeno ha resultado en nuevos estudios (Peschka, 1992; Lovins y Williams, 1999; National Research Council, 2004), entusiasmo (Hoffmann, 2001; Rifkin, 2002), dudas (Wald, 2004; Service, 2004) y críticas, algunas de las cuales provienen de renombrados expertos en el campo de la energía (Keith y Farell, 2003; Romm, 2004; Kreith y West, 2004).
Nosotros consideramos que es posible responder apropiadamente a a todas estas críticas.
Así como también que la economía del hidrógeno no solo está justificada, sino que es una necesidad urgente.
De aquí que resulta importante que se reconozca la necesidad de aceptar y promover la economía del hidrógeno.
Esto permitirá iniciar el difícil trabajo de convertir la economía al hidrógeno de una manera óptima que minimice los costos de implementación y dedique los recursos apropiados al desarrollo de las tecnologías necesarias.